Wednesday, September 20, 2017

Dos de Octubre, ¿no se olvida?

¿Qué puede uno escribir sobre un tema tan delicado y doloroso como es la muerte de civiles a manos de la fuerza del Estado?



Personificada en militares entrenados para el combate, cegando una vida tras otra, matando a quien al fin y al cabo es el que termina pagando su sueldo y sus pertrechos, un capítulo vergonzoso de nuestra historia, del que se ha escrito mil veces y probablemente mil veces mejor: la triste noche de Tlatelolco.



Si las historias similares no se repitieran tan seguido, no olvidaríamos, pero como asesinatos de civiles a manos de las fuerzas armadas siguen siendo cosa relativamente común, pues ni quien se espante. Si hacemos una lista llenamos la presente publicación como índice de un libro. Y precisamente ahí radica el problema, no en el uso (o abuso) de las fuerzas armadas, sino en la normalización del tema.



No es normal que un soldado mate a un civil, ni que un policía mate a golpes al detenido, no es esa su función. Pero en un país donde los escándalos de sangre y corrupción ya no son escándalos, son solo "casos", el asombro y la indignación se van desgastando hasta llegar al punto donde desaparecen.



La realidad es que el tiempo se encarga, a la larga, de poner las cosas en perspectiva, hoy vemos, en retrospectiva, a un presidente Diaz Ordaz rebasado por el momento que le tocó vivir. Hay historiadores que señalan que en ese entonces habían intereses extranjeros sembrando la semilla de la guerra civil, tal como lo hemos visto suceder en muchos países. Al leer los discursos del entonces Presidente y la prensa de la época, observamos entre líneas precisamente eso, que el sistema estaba "manteniendo unido al país", asegurando su permanencia a como diera lugar.



Recordar vívidamente los errores del pasado lejos de corregirlos, lejos de evitar que se repitan, les da a los jóvenes símbolos incompletos, banderas sobre las cuales volcar el descontento propio de la edad, el rebelde con causa que en realidad no conoce todavía el panorama completo pero odia al sistema con todo su corazón. Y el odio nunca jamás ha llevado a nadie a nada bueno.



Dicen que la única manera de hacerle justicia a los caídos en batalla es no claudicar, pero vivir en la eterna lucha no es una victoria en realidad. Olvidar, es un lujo que no podemos darnos, pero perdonar es gratis y tal vez deberíamos intentarlo para mirar al futuro y avanzar juntos, gobierno y sociedad, como lo que somos, el Gran Pueblo de México.





JLGO






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