Saturday, August 31, 2019

Sobrevivimos la infancia de milagro




  • Dicen mis sobrinos que soy un salvaje






Aquella tarde de vacaciones se había ido la electricidad y con ella el WIFI y mientras volvía "la luz", para entretener a mis sobrinos de 12 y 5 años les contaba que cuando era niño no existían las tabletas, ni el Whatsapp y mucho menos Internet. "Entonces, básicamente eran unos salvajes", me dijo el mayor tras meditarlo brevemente.


Entonces reí y le dije que no, pero luego comencé a recodar mis "años maravillosos". Cuando yo tenía su edad si tenías que hacer una tarea debías tener acceso a una enciclopedia pero eso era cosa de ricos y si por fortuna había una en tu casa o con el abuelo, vecino, tía, etc., lo más probable era que estuviera bastante desactualizada, entonces la opción era ir a la biblioteca pero rapidito antes de que cerraran porque había que copiar todo a mano y tú solo querías salir a jugar a las escondidas, "busca-busca" le decían en mi pueblo, también nos pasábamos las tardes persiguiéndonos unos a otros en el interminable "pesca-pesca" o pateando una pelota con cualquier variante de "mete gol-porterea" o policias y ladrones o indios y vaqueros, aunque a veces solo corríamos por el gusto de hacer carreras a pie o en cualquier cosa con ruedas o que se pudiera deslizar.



Quienes nacimos en los 70's / 80's sobrevivimos la infancia de milagro







¿Recuerdan el "Carro Deslizador Avalancha"? ¿Y qué tal los patines de metal? Las mortales piñatas de barro... andar a toda velocidad en bicicleta o triciclo o patineta sin casco ni más protección que la bendición de mamá o la abuela, subir (decíamos trepar) a los árboles para bajar frutas y comerlas ahí mismo, tomar agua de la llave del patio porque en todos los juegos había que correr y nos cansábamos pero no queríamos entrar a la casa y detener el juego pues corríamos el riesgo de que los adultos, al vernos sucios, decidieran que ya habíamos jugado suficiente, entonces tomábamos agua de la manguera todos y seguíamos corriendo, riendo a carcajadas, conviviendo con los primos, los amigos y los vecinos. Si llovía te bañabas en la lluvia, nos parecía normal que hubieran moscos, lagartijas, alacranes, arañas, en fin, bichos por todos lados, todo podía matarte y aquí estamos... enteros, mirando atónitos como las nuevas generaciones son casi de vidrio, frágiles.



Mientras que nosotros jugábamos a las pedradas y no es metáfora, nos lanzábamos piedras unos a otros hasta que alguien salía herido o rompíamos algo. Y era un juego realmente divertido, es un poco perturbador pensar que a veces nos lanzábamos pequeñas rocas directamente a la cabeza, pero nos parecía extremadamente divertido, unas cicatrices por aquí, otras por allá, nada del otro mundo, un pequeño precio a pagar que incluso nos parecía justo y honorable, pues tener una cicatriz era supercool (entonces decíamos "buena onda"), cada cicatriz le decía al mundo que tú eras intrépido como Indiana Jones y valiente como Juan Sin Miedo.



Eramos casi indestructibles





Cuando era niño me rompí ambos brazos en distintas ocasiones, una en patineta y otra en clase de karate y ni siquiera en combate, en el calentamiento, también me caí de un cerro con todo y bici, me abrí la cabeza dos veces, mi hermanita salió volando del automóvil familiar en movimiento cuando una mal cerrada portezuela se abrió en plena curva y mi hermanito casi se mata en una pista abandonada de motocross mientras hacía acrobacias en su bici, nos golpeamos, nos cortamos y nos caímos mil veces y nos curamos y nos levantamos mil más, los adultos solo te decían "camina para que se te quite" esa frase curaba casi toda torcedura y/o golpe. 



Si había sangre entonces ameritaba una buena lavada y tallada de la herida y listo, a correr, sigue jugando, si eras muy payaso te ponían una "curita" o una venda, que no necesitabas, a la semana se te caía la costra y ni cicatriz te quedaba. Si te rompías algo ni modos, era normal.



Si se te caía una galleta al suelo la levantabas, le soplabas y te la comías como si nada. Ver la TV era un premio por buena conducta y la verdad no había casi nada de programación, menos para niños, con la notable excepción de Chabelo, quien entre otras cosas nos mostraba las bondades del carro deslizador avalancha.



Una de las cosas más divertidas (además de subirse a los techos de las casas) era brincar en la cama pero sin hacer ruido porque obviamente los adultos no te dejaban hacerlo... de hecho, acabo de recordar que ese juego solo terminaba hasta que un adulto te detenía o alguien se golpeaba la cabeza con la pared y como en casi todos los juegos de entonces, a veces había sangre.



Creo que tienen razón mis sobrinos, sí eramos medio salvajes. 




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